sábado, 16 de agosto de 2008

Sí, quiero

Te enorgullecería saber que disminuí mi obsesión con el trabajo en una medida importantísima. Me tomo mi hora de almuerzo, casi no me quedo después de hora y, en cuanto pongo un pie afuera de la oficina, me olvido de todo lo relativo a ella. Si estuviéramos juntos, podríamos ir a comer algunos mediodías o podrías esperarme a la salida e iríamos a caminar por Florida o a merendar unas medialunas en ese café de Perú e Yrigoyen que te gusta tanto. Pensé que estaría bueno ir juntos al Parque de la Costa un domingo, ¿te gustan los parques de diversiones? O directamente ir a pasear por el Tigre, dar una vuelta por el Puerto de Frutos, hacer un picnic.Yo no lo conozco, estaría bueno hacerlo con vos para que se convierta en un bello recuerdo compartido que sumar. Quiero que vayamos al Paseo La Plaza y ver a esos cómicos stand up. ¿Te prendés? También me gustaría que vayamos a Caminito un sábado a la tarde y comer una picada en un barcito típico de por ahí.

Me gustaría sentarme a estudiar para la facu en tu sillón, en patas y en medias, y tomar mate mientras vos estás en la compu o mirando un partido de Boca por la tele. También cocinarte algo rico. ¿Pastas? ¿Empanadas? ¿Una deliciosa carne al horno con papas? Todo casero, por supuesto. ¡Ojo! ¡Vas a tener que lavar los platos! Puedo hacerlo yo, pero no los seco. Eso no me gusta. Podría quedarme a dormir durante la semana, aunque me cueste, me animo y vemos. Quizás estaría bueno desayunar juntos alguna vez por el Centro, antes de entrar a laburar. Lo difícil es que yo me levante temprano. Por vos, hago el esfuerzo. Bueno, no es para tanto porque por estar y compartir con vos me pongo las pilas.

Me encantaría incluirte en todas esas cosas que hago sola por costumbre para crear una nueva tradición. Ir de shopping juntos, ir a comprar regalos, visitar al dentista, comprar Pantene en Farmacity, ¡qué sé yo! Mi mayor gloria sería dejar en tu casa mi cepillo de dientes (y uno para el pelo también, ese peine pierde la batalla contra mi cabello enredado). ¿Te cuento un secreto? Prometeme que no vas a pensar que soy una tonta. ¿Prometido? Bueno, casi siempre llevaba uno en la cartera, para dejarlo ahí, pero no me animaba por vergüenza. Sí, una bobada. En fin, una más de tantas. Como todas las veces que quería llamarte, pedirte algo y me quedaba en la intención. No sea cosa que creas que soy una molesta o que te necesito o que me gusta compartir cosas con vos. ¡Por favor!

En síntesis, te necesito, quiero que lo sepas. Así como quisiera saber que vos me necesitás todavía. Que me buscás en la imaginación durante una reunión familiar o una salida con amigos. Que te sonreís con los ojos entrecerrados pensando en mí mientras trabajás. Que tu mano y mi mano se sienten incompletas si no se entrelazan. Abrazarte fuerte, besarte con ganas. Volver a decir que te amo. Mirarte a los ojos y enamorarme un poco más. Agarrarte por sorpresa y darte besitos en la nuca. Estar. Sentir que estás conmigo todo el tiempo. Ser tuya.

Incluso ahora te siento conmigo. Así, separados, percibo tu aura. Tu ausencia está presente como una roca que me oprime el pecho. Estás acá y no te puedo sacar. En parte, se corresponde con la absurda certeza de que volveremos a unirnos. Decime que no es absurda. Asegurame que vos también lo sentís. Que lo sabés como si fuera parte de tu naturaleza. Como si todo el cosmos te susurrara al pasar que cada uno es el lugar al que el otro pertenece. Una sabiduría primigenia me afirma que esta inabarcable angustia no es en vano.

Un poco más allá y somos una familia. Nosotros, tres o cuatro hijos en un simpático hogar de Caballito. Hay un jardín con azaleas, begonias, malvones y un jazmín que perfuma la casa. Un comedor grande para recibir a la familia y a los amigos, juguetes en lugares inadecuados y cada vez que regresás del trabajo te esperamos para darte la bienvenida con un gran abrazo. Y por las noches, leemos cuentos a los niños, contamos anécdotas, los metemos en la cama y nos decimos hasta mañana con un te amo imperecedero, mientras me acomodo en mi huequito de tu hombro derecho. No hay secretos, no hay miedos no revelados. Confiamos el uno en el otro porque el destino al que esperábamos arribar ya está ahí. Sólo nos queda darle vida.